martes, 25 de agosto de 2009

FruTiEden


Ayer me detuve en la frutería ubicada en la Avenida Roosevelt, la frutería de tu papá. Eran cerca de las diez y media, yo sé que para esa hora todavía estaría abierta, venía del norte por los lados de Chipichape, ya te había mencionado que todos los lunes, al menos la mayoría de ellos voy a un grupo de oración desde que estoy en la búsqueda de un equilibrio espiritual, de respuestas que aquí no obtengo y que ningún ser humano las tiene. Un jugo de mandarina rondaba por mi cabeza. A veces uno tiene fatiga pero no quiere comer algo muy pesado, el jugo de mandarina era perfecto. Yo casi no recuerdo a tu papá, la verdad es que si me lo encuentro en la calle no lo reconocería, pero hubo algo muy particular en él que revivió algo de ti en ese momento, cosas que uno jamás olvida, como los gestos o algunos dichos tan personales por ejemplo, en este caso fue su forma de caminar. Yo creo que tu papá tampoco se acuerda de mí, puedo llegar a esa conclusión porque el tampoco me reconoció. Mientras el hacia lo suyo, sin que lo notara lo detallaba, tratando de encontrar un parentesco y fue en un par de segundos que se levantó de nuevo y lo puntualicé mucho más que antes, caminó hacía la cocina y me trajo mi jugo. Yo conozco muy bien la forma en que caminas, largos pasos, los brazos bien extendidos hacia abajo, con cada paso parecen que se quedaran un poco más atrás de lo normal. Cualquiera lee esta vaina y dice que todo el camina así, no importa yo sé de que hablo, lo que pasa es que resulta complicado describir cada movimiento al pie de la letra. Regresando: cuando entré, él estaba sentado en una silla rimax frente al televisor observando una de esas novelas todas bullosas e incrédulas, nada raro en RCN, luego me atendió y ordenó en la cocina que preparan mi jugo de mandarina. Inmediatamente volví a un pasado contigo y recordé las contadas ocasiones que entré allí pero no sola, la primera vez fue ese día que te agarraste con mi hermano, no me acuerdo de las otras pero si sé que una vez fui a buscarte cuando le ayudabas a tu papá y me dijo que habías salido a hacer una vuelta, en ese entonces llevábamos muy poquito juntos. De la misma forma, casualmente revivo espacios que remueven mi memoria y llenan de una nostalgia odiosa e involuntaria mi corazón. Ha pasado tanto en tu ausencia desde la última vez que te fuiste, porque ya te has largado más de una vez. Y con todo, absolutamente todo quiero encontrarte otra vez en algún recuerdo imprevisto, en la panadería La Paola, en la frutería de tu papá y en todos los lugares que caminamos juntos mientras me cogías la mano cuando era tu novia. El amor sufre transformaciones, rara vez muere por completo, el final de este sentimiento depende de muy graves circunstancias. Mi amor hacía ti es sinceramente amistoso, siempre me preocuparé si te llega a pasar algo, siempre pensaré en ti siquiera dos o cinco veces a la semana, siempre puedo ofrecerte mi amistad, pero siempre seré yo, serás tu y seremos. La gente aprende a ser amigos, después de todo el amor no es utilitario, vale en todas sus expresiones.